martes, 17 de julio de 2007

¿Una modernidad auténtica?


Al igual que ocurre con diversas esferas de la sociedad, la evolución tecnológica afecta a los sistemas de enseñanza, y no sólo a los medios didácticos sino a todos los elementos del proceso educativo: los objetivos de la educación, los actores: usuario/profesor, la institución que distribuye la enseñanza, la relación de comunicación; en definitiva, las redes de la world, wide, web constituyen un claro desafío para la educación, pero al mismo tiempo la educación, por ser uno de sus campos preferentes de utilización, constituye a su vez, un desafío para los servicios de información que en ella actúan:“(...) la tecnología está cambiando radicalmente los sistemas sociales y educacionales, a través de una combinación de sistemas de transporte, comunicaciones, entretenimiento e información” (R. Taylor, 1995, p. 103) .

Este enfoque ha contribuido a instalar en el desarrollo de la investigación educativa una necesidad de esclarecer, o por lo menos aproximarse, a la naturaleza de los procesos de aprendizaje de los seres humanos, analizando específicamente el conocimiento, actitudes y prácticas producidas por procesos mentales e intersubjetivos de las personas; lo cual aparece como importante para las propuestas educativas que tienen como propósito ayudar a evitar el aumento de las brechas sociales existentes a través de mejorar la calidad de la educación, entendiéndola como un factor clave de la movilidad social:“Una modernidad auténtica no puede confundirse con un simple proceso de modernización. Va mucho más allá. Supone una visión que concilia la libertad individual y la pertenencia comunitaria; superando desde la misma modernidad, un racionalismo estrecho. En fin, propone producir una sociedad capaz de actuar sobre sí misma y conjugar progreso, equidad y democracia”. (E. Ottone, 1994, p. 12) .


Se observa la instalación de un discurso que intenta establecer una relación fluida entre las instancias formadoras institucionales y formales con los diversos elementos de este nuevo tramado técnico y mediático, propiciando para ello una formación que contenga elementos para “prepararse” toda la vida, lo cual responde en gran medida a la necesidad de actuar generando igualdad de oportunidades, tan esencial para el desarrollo de las personas. (J. Delors, 1996)

En el inicio del siglo XXI, queda de manifiesto que la educación no es sólo un hecho restringido a la palabra escrita, sino que su saber recorre y se expresa por una amplia gama de medios de transmisión, apelando a todos los sentidos. Estos medios de comunicación tienden a configurar valores, conductas, pautas de consumo, actitudes. Cabría preguntarse si el cambio de soporte de producción, transmisión, intercambio y consumo de mensajes involucrados en este proceso formador implica la adecuación de la tradición pedagógica a los nuevos formatos comunicacionales, o viceversa, es decir, que los cambios mediáticos no impliquen necesariamente cambios en los modelos curriculares, finalmente, en los propósitos educativos: (...)La aparición y el desarrollo de sociedades de la información, así como la continuación del progreso tecnológico, que constituye, en cierto modo una tendencia importante del Siglo XX, subrayan su dimensión cada vez más inmaterial y acentúan el papel que desempeñan las aptitudes intelectuales y cognoscitivas. En consecuencia, ya no es posible pedir a los sistemas educativos que formen mano de obra para un empleo industrial estable; se trata más bien de formar personas para la innovación, capaces de evolucionar, de adaptarse a un mundo en rápida mutación y de dominar el cambio (Delors. P. 71)

Se trata de un desafío nada menor, considerando que apenas el 3.1% de chilenos/as está teniendo acceso a Internet, que comparado con el 36.7% de Suecia , evidencia las grandes brechas existentes, esto sin atender las mecanismos de alfabetización digital, la infraestructura disponible, y las habilidades cognitivas para emprender el conocimiento significativo.

2 comentarios:

Cristóbal dijo...

Me parece de suma importancia problematizar las brechas que genera la introducción de las tecnologías en la sociedad. Esta brecha se mueve en dos planos: por un lado tiende a incrementar las diferencias socioeconómicas, pues aquellos que tienen acceso tienen una nueva ventaja por sobre quienes no la tienen. Por otro lado, la enorme distancia entre los jóvenes y el mundo adulto se acentúan, pues los códigos culturales se diversifican etáreamente. Hay que pensar mucho en cómo contrarrestar esta compleja situación.

Iván Páez dijo...

Me parece muy atinada la referencia. Si no nos abocamos a la consideración de las brechas existentes, la incorporación de TIC al proceso formativo podría colaborar sólo a que aumentan las mismas, al no considerar todas las variables existentes